Fernando Fischmann

Falta arte en la ecuación de la innovación

6 Febrero, 2018 / Artículos

Pintor, escultor, científico, escritor, arquitecto, inventor, filósofo, músico… Leonardo da Vinci lo fue todo. De ahí las frecuentes alusiones, en tantos ámbitos, al ilustre italiano. Representa a la perfección al hombre del Renacimiento, docto en tantísimos y variados ámbitos del conocimiento. No es que hoy no los (y las) haya, a pesar de -y no gracias a- la educación que recibimos y al empeño de etiquetarnos en un campo. O somos de ciencias, o somos de letras. Nos vemos obligados a escoger una desde pequeños y a la otra, ‘si te he visto, no me acuerdo’. Para más inri, se restan horas a las asignaturas de Música y de Filosofía en la LOMCE. Tal vez para evitarnos que vayamos por el ‘mal’ camino.

Mientras los gobernantes -que tanto saben- intentan reconducirnos, algunos se empeñan en seguir saliéndose de la ruta marcada. Como Nir Hindi, uno de esos niños frustrados por un sistema que le obligaba a elegir entre sus dos pasiones: el arte, el diseño y la arquitectura, por una parte, y el mundo del emprendimiento y los negocios, por otra. Un rebelde que se empeña en usar los dos hemisferios de su cerebro. Con él conversamos sobre el tema de este DESCARTES: ¿Qué puede hacer el arte por la innovación? ¿Qué tienen en común artistas y emprendedores, artistas y científicos? ¿Qué pasa cuando unes arte, tecnología y negocios?

Hindi trata de responder a estas preguntas con su startup, The Artian. La creó poco después de terminar un MBA en IE Business School, donde aterrizó al finalizar su licenciatura en Economía y Tecnologías Web en la Universidad Bar Ilán (Israel). Su motivación no era otra que la llamada interior de conectar sus dos pasiones, impulsado por un sentir a su alrededor. “Empecé a ver muchas similitudes entre los artistas y los emprendedores, que no dejan de ser dos comunidades creativas. Y no entendía por qué no estaban conectadas”, afirma. “Los emprendedores son los artistas del mundo de los negocios”, es su cita favorita.

Con The Artian, Hindi trata de conectar ambos mundos que, a su juicio, tienen mucho en común: unos y otros tienen un afán creativo y crean de la nada (no compran un euro para venderlo por dos); deben lidiar con la incertidumbre y la ambigüedad, y precisan comunicar su visión: tienen una idea y necesitan exteriorizarla. Estas cualidades pueden ser útiles también en el mundo corporativo, y es otra de las visiones que Hindi busca transmitir con The Artian: que el arte tiene muchas formas de ayudar en el entorno de los negocios, a través de la innovación y la creatividad. ¿Cómo? Aplicando la mentalidad artística.

Por eso, Hindi reivindica lo que él llama “el renacimiento del pensamiento renacentista”. Y nos devuelve a Da Vinci: “Necesitamos volver a pensar de esta manera. Combinar arte con ingeniería, con ciencia, con innovación, con tecnología…”. Unir los dos hemisferios del cerebro, en lugar de optar por desarrollar solo uno y renunciar a las virtudes del otro. Como ejemplo reconocido de figura de éxito en los negocios que combina ambas facetas cita a Paul Graham, cofundador de la aceleradora Y Combinator. Además de inversor y emprendedor, Graham es pintor y doctor en Filosofía. En uno de los lugares donde este estudió -la Escuela de Diseño de Rhode Island- se conocieron dos de los tres fundadores de Airbnb (que, por cierto, son diseñadores gráficos). Y resulta que Graham fue el primero en apostar por ellos, ya en 2009, cuando Airbnb entró en Y Combinator. Algo que Hindi no cree que sea casualidad, “porque en 2009 normalmente los inversores no se la jugaban con diseñadores o artistas”.

Otro ejemplo que cita el fundador de The Artian es el de Marissa Mayer, la primera ingeniera de Google. “Google no solo ha cambiado cómo buscamos sino cómo pensamos acerca del diseño de páginas web. Y eso se lo debemos a Mayer”, comenta Hindi. “Es muy fácil pensar que la ingeniera tuvo éxito porque estudió en Stanford, pero ella misma desveló en una conferencia que su idea de combinar el mundo del diseño con el de la tecnología surgió de manera natural porque así había vivido en su casa, desde pequeña, esa simbiosis. Claro, su madre era profesora de arte y su padre ingeniero.

En pro de lo multidisciplinar

Hindi cree que casos como el de Mayer no deben ser aislados. Apuesta por una visión integradora tanto en la educación como en el ámbito corporativo. También lo hace Jorge Barrero, director de la Fundación Cotec para la Innovación: “Indudablemente, quienes trabajamos en innovación compartimos un territorio común con los artistas: los primeros acuden a la creatividad para proponer soluciones y los segundos la aplican para plantear problemas (entendiendo problema en sentido amplio, también como reflexión o debate)”. “La frontera es muy rica, y en las fronteras ocurren muchos fenómenos excitantes”, añade.

 

En opinión de Barrero, la convergencia entre arte, ciencia e ingeniería y humanidades es una de las claves del futuro. “En el mundo al que vamos, la flexibilidad y la diversidad son ventajas. El futuro nos exigirá mayor capacidad de combinar habilidades y será una oportunidad para reivindicar el valor de lo multidisciplinar”, afirma.

 

Multidisciplinar es Alberto Levy. Uno de esos innovadores fascinantes con ideas para todo, se le proponga lo que se le proponga. En 1992 creó su primer museo virtual y empezó a coquetear con tecnologías como la realidad virtual, por entonces cosa de unos pocos. Ha creado y diseñado programas e instalaciones interactivas para parques temáticos, para museos como el MoMa, para las Olimpiadas de Río de Janeiro, en festivales de música, con compañías como Sony, Fly Emirates, Google, Yahoo, Microsoft, GE o Toyota, y un larguísimo etcétera.

 

Levy, brasileño afincado en España, se define como “un ingeniero informático que combina arte y tecnología para contar historias de formas no tradicionales”. Pero no siempre ha sido así. Reconoce que le debe su “apertura de mente” a un congreso de psicología al que acudió como ponente. “Allí descubrí que había vida más allá de la ingeniería. Me abrió la puerta a un mundo nuevo de posibilidades”, recuerda. Levy se dio cuenta de que, como programador, sus desarrollos eran muy buenos pero no eran bonitos. Tenía un diseño pragmático pero sin sentido de la estética. Así que decidió buscar otras disciplinas para complementar su fortaleza en tecnología, no solo para reforzar la parte estética, sino también la de comunicación.

 

Levy aprecia y siente una relación inexorable entre arte e innovación. “La innovación cumple con un propósito y tiene que ser completa. Si no, no es innovación”, asegura. El Arte-Scienza-Técnica de Da Vinci. Una combinación de varias disciplinas: tecnología en un sentido amplio (nuevas formas de hacer las cosas automatizadas, no necesariamente mediante un ordenador) con arte (y humanidades) entendido también en un sentido amplio, con contenido. Todo ello construido alrededor del ser humano como centro del diseño y foco de la interacción.

 

Esta es su máxima, que ayuda a aplicar también a y en grandes compañías, “donde el equilibrio es fundamental para una propuesta de valor a la humanidad”, señala. Algo que transmite en sus talleres de innovación para alta dirección, en los que ayuda a directivos y presidentes de empresas a aplicar cambios de paradigma y formas de pensar a través de la innovación para encontrar nuevas perspectivas y facetas de los productos y servicios que cada cual desarrolla.

 

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

 

FUENTE

 

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