Fernando Fischmann

Innovación: cómo hacer en las empresas para pasar del dicho al hecho

28 Junio, 2018 / Artículos

La innovación comienza con un cambio cultural en las organizaciones que va más allá de decidir llevar a cabo ciertas acciones novedosas o disruptivas.

“Siempre he tenido la duda de si la gente entiende del todo a qué se refiere cuando habla de innovar. Yo creo que es una palabra mal utilizada”, explica Guillermo Amén Rodríguez, profesor español de Esade Business School.

El especialista pasó por Córdoba y ofreció una charla en el Icda, la escuela de negocios de la Universidad Católica de Córdoba, en la que hizo foco en la innovación operativa en startups desde el inicio del emprendimiento.

Las cosas por su nombre. Están lejos de la meta quienes piensan que tienen algunas sesiones entre directivos para hacer una lluvia de ideas con posibilidades de nuevos negocios o mejoras.

Las listas que resultan de estas mesas de trabajo, en general, pasan filtros y llegan a un director general o a uno financiero que aprueba o baja el pulgar a estas ideas innovadoras.

Un proceso de negocios. “De lo que en verdad se trata es de convertir a la innovación en un proceso regular de negocio, en el cual la empresa invierte cada año una cantidad equis de sus recursos o de sus ganancias a riesgo total, para regenerar su producto, sus servicios, o ambos”, plantea el especialista.

Así las cosas, la innovación en las organizaciones es bien entendida –y tendrá potencial– si se convierte en un área más de la empresa, como lo son los departamentos comerciales, de marketing, de finanzas; por mencionar algunos ejemplos.

Innovar es para todos. Bajo la premisa de que el presupuesto que se destine al área pueda dar buenos frutos o no darlos en absoluto y hasta provocar pérdidas, las grandes empresas “son más capaces de decidirse por un proceso interno de innovación que las pequeñas y medianas, que difícilmente tengan recursos de sobra”, menciona Amén Rodríguez, pero agrega que eso no quiere decir que en pequeñas y medianas empresas no haya lugar para innovar, ya que en esos casos “se hace en forma proporcional (a los recursos)”.

El apoyo como política de Estado. Para el docente, hay dos caminos complementarios muy claros a seguir.

“Uno es financiar capacitaciones para que las empresas –tanto ya establecidas como nuevos emprendimientos– sean primero capaces de entender lo que significa innovación y luego sean capaces de aplicarla”.

Este primer camino es fácilmente transitable, ya que consiste básicamente en apoyar programas de formación para empresarios a través de universidades o escuelas de negocios, hasta que esas capacitaciones se conviertan en algo habitual.

El otro camino, es asegurar un “soporte financiero que facilite todas las condiciones posibles para que el emprendedor tenga las mínimas necesidades administrativas y financieras”.

Eso tiene que incluir las simplificaciones burocráticas necesarias a la hora de comenzar una compañía, “de modo que lo único en que los emprendedores tengan que concentrarse sea en el negocio”.

También el acceso a financiamiento “a un interés adecuado, que sea internacional y fácil de obtener, para dar escalabilidad a aquellas ideas que ya están facturando y necesitan crecer”.

Detectar la escalabilidad o perder. La institucionalidad falla a menudo a la hora de identificar estas iniciativas.

Amén Rodríguez sugiere un monitoreo y análisis permanente para capitalizar al máximo aquellas ideas que puedan ser escalables. “Si estás necesitando ese apoyo y a la escalabilidad sólo te la ofrecen afuera, lógicamente lo que vas a hacer es marcharte”, concluye el especialista.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

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