Fernando Fischmann

La creatividad según Isaac Asimov

24 Noviembre, 2014 / Artículos

Isaac Asimov, padre de la ciencia ficción moderna, dejó entre sus pertenencias un ensayo titulado “¿Cómo las personas tienen nuevas ideas?” sobre la creatividad. Arthur Obermayer, amigo del autor que murió en 1992, lo encontró y lo publicó en la revista Technology Review del MIT. Sus recomendaciones tienen tanta vigencia hoy como hace medio siglo.

1 Enlazar ideas desconectadas

Según Asimov, quien nació en Rusia y llegó a los tres años a Estados Unidos, las mejores ideas surgen cuando vemos más allá de nuestro ámbito. Para el autor, un ejemplo clásico se dio a comienzos del siglo XIX con los naturalistas Charles Darwin y Alfred Wallace, quienes desarrollaron de forma independiente la teoría de la selección natural. Ambos viajaron a los mismos lugares, observaron extrañas especies de plantas y animales y la forma en que variaban de lugar en lugar. Querían una explicación y fallaron hasta que leyeron el Ensayo sobre el principio de población del demógrafo Thomas Malthus: “Entonces vieron cómo la noción de la sobrepoblación y el descarte -que Malthus aplicó a los humanos- encajaba con la doctrina de la evolución por selección natural si se la aplicaba a las especies en general”, dice Asimov.

2 Hay que conocer el pasado

Asimov, quien antes de ser químico quiso estudiar historia, afirma que para imaginar lo que va a venir es clave conocer el pasado. Una forma de estimular el proceso creativo es “estudiar las grandes ideas del pasado para saber cómo se generaron”. El autor reconoce que muchos de los grandes pensadores de la historia ni siquiera sabían cómo obtuvieron sus ideas, pero cree que el secreto reside en conocer bien qué se ha estudiado previamente sobre un asunto.

3 Abrazar la excentricidad

Las grandes ideas suelen ser rupturistas, por lo que según el escritor, sus creadores deben tener gran seguridad en sí mismos para que sus propuestas fructifiquen. Según Asimov, alguien con este perfil debe estar “dispuesto a darles una bofetada a la razón, la autoridad y al sentido común”. Para el escritor, una organización que persiga innovar debe tolerar la excentricidad, pues los grandes genios suelen ser también poco convencionales en sus hábitos. El mismo Asimov se enorgullecía de su extraño hábito de usar botas vaqueras todo el tiempo.

4 Pensar en solitario

El ensayo plantea que para generar ideas se necesita una dosis de soledad, especialmente porque la persona creativa le está dando vueltas a sus pensamientos todo el tiempo: “Eso ocurre aún cuando no sea consciente de ello. El famoso ejemplo del químico August Kekulé que desarrolló la estructura del benceno mientras dormía es muy conocido”, escribe Asimov. Para el escritor, la “presencia de otras personas sólo puede inhibir ese trabajo, ya que los procesos creativos son embarazosos. Por cada nueva buena idea hay decenas de miles horribles, que, naturalmente, no vas a querer mostrar”.

5 La cooperación es necesaria

El texto añade que luego de pensar en solitario es hora de generar un repositorio de ideas en común, aun cuando resulten extravagantes. En opinión de Asimov, las reuniones y las sesiones de brainstorming son inútiles si cada persona no logra dar su punto de vista: “En primer lugar debe haber un ambiente de relajo y permisividad. El mundo en general desaprueba ser creativo y serlo en público es particularmente malo. Incluso especular en público es preocupante. Por eso los individuos deben tener la sensación de que los demás no lo objetarán. Me parece que cada persona debe estar dispuesta a sonar tonta y escuchar a otras mientras hacen lo mismo”.

Para lograr esto, propone que las reuniones sean como los debates y que una persona haga de moderador, otorgando turnos equitativos de palabra a los participantes, ya que suele ocurrir que alguien se apodera del diálogo y no deja hablar al resto. “Si una persona tiene una mayor reputación, se expresa mejor o tiene una personalidad más imponente, puede reducir a los demás a la obediencia pasiva”, explica Asimov.

6 Fomentar la informalidad

Tanto en sus escritos como en sus diálogos cara a cara, Asimov siempre hizo gala de un estilo bastante relajado. Eso explica que para él sea clave que los trabajadores gocen de cierta permisividad para generar buenas ideas y que el ambiente en que se desenvuelven sea informal: “La jovialidad, el uso de los nombres de pila, las bromas y hasta un jugueteo relajado son esenciales, no en sí mismos sino porque alientan una voluntad a involucrarse en la locura creativa. Por eso creo que reunirse con alguien en su casa o en un restaurante es más útil que hacerlo en una sala de reuniones”, explica.

7 La creatividad no se paga

Asimov plantea que exigir que los empleados rindan cuentas es contraproducente si se quiere que sean creativos. “Las grandes ideas de todos los tiempos vinieron de gente a la que no se estaba pagando por tenerlas, sino que se les estaba pagando por ser profesores, secretarios de una oficina de patentes, funcionarios o ni siquiera se les estaba pagando. Las grandes ideas surgen como asuntos secundarios”, plantea el escritor. Para él, la creatividad no puede exigirse como condición de un sueldo: “Sentirse culpable porque no se merece el salario ya que no se ha tenido una gran idea es la mejor manera de asegurarse de que ninguna buena idea aparecerá en el futuro”.

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