Fernando Fischmann

La innovación abierta como motor de cambio

11 Septiembre, 2017 / Artículos

Los municipios de la Argentina presentan características distintivas en orden a sus dinámicas económicas, entramados culturales e infraestructuras de servicios diferenciadas. Por ello, cuando hablamos de asuntos municipales es importante considerar que los factores determinantes del bienestar y el desarrollo en cada localidad siguen la misma lógica de diferenciación y especificidad.

Esto es algo que no siempre se asimila con facilidad. Especialmente cuando se hace referencia a conceptos como innovación y tecnología en la administración municipal. Es reconocible y valorable el esfuerzo que muchas entidades han venido haciendo en pos de modernizar a los gobiernos locales, pero lo cierto es que muchas de esas experiencias han sobrevalorado el instrumento por encima de los problemas y los márgenes de actuación propios de cada territorio.

Pese a todo, el extraordinario potencial que tienen las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) va más allá de lo que las estas ofrecen. Por lo tanto, cabe preguntarse: ¿Es viable seguir gestionando los problemas públicos con tecnologías del siglo XIX? ¿Cómo se logra contribuir al progreso de las comunidades empleando las TIC como dinamizadores de la economía real en cada rincón del país?

Quizá no resulte una novedad decirlo, pero la humanidad está ingresando a una era civilizatoria donde la tecnología está transformando las formas de producción, el trabajo, y la manera en que gobiernos, organizaciones y personas interactúan a diario. Es un dato incontrastable. Sin embargo, existen notables asimetrías respecto del aprovechamiento de las modernas herramientas tecnológicas en nuestro mapa federal.

Y no solo ocurre con las TIC, que son o deberían ser tan transversales para las políticas y las comunidades como la electricidad o el agua. En materia de movilidad, sostenibilidad ambiental, salud, educación y fundamentalmente, empleo, también es evidente un mapa desigual. Todos estos elementos constituyen, sin duda, desafíos que cualquier jefe local conoce bien, pero no siempre se dispone de los mecanismos adecuados para poder dominar con mejores resultados la agenda de problemas.

Nuevos enfoques

En los últimos años, varias ciudades en el mundo vienen experimentando alternativas en la manera de gestionar el desarrollo de sus comunidades. Una de ellas es el enfoque de los “hábitats urbanos” para dar respuesta a los problemas de pobreza, vivienda, agua, movilidad, salud y educación. Este enfoque coloca en el centro de las decisiones a la innovación abierta y a los dispositivos digitales, pero en un segundo plano, porque de lo que se trata es de aportar elementos de crecimiento sobre la base de plataformas asociativas con todo el ecosistema local.

En muchas de esas ciudades se están creando “laboratorios urbanos de innovación”, que llevan distintos nombres, según cada geografía, pero que prácticamente comparten el denominador de la apertura y ampliación de horizontes desde la gestión hacia los emprendedores, diseñadores, artistas, universidades, cooperativas: a aquellos agentes internos y externos convocados por los gobiernos a la experimentación constante pero dispuestos a encontrar nuevas soluciones a los retos locales.

Es así como la tecnología se convierte en un vector de desarrollo y un motor de cambio institucional. Cuando sirven a una nueva racionalidad política y a un renovado pragmatismo institucional caracterizado por intentar correr las fronteras del “saber hacer” hacia afuera, involucrando a actores no estatales y reconociendo los esfuerzos para asegurar la sostenibilidad de los proyectos públicos.

Con esta mirada, ONGs como PuntoGov impulsan programas de transferencia de innovación y conocimiento para el desarrollo de capacidades estratégicas. La misión es colaborar con los gobiernos a identificar sus procesos de mejora, pero con impacto real porque, al fin y al cabo, se trata de generar resultados enfocados en las demandas sociales de cada localidad.

Muchas veces se requiere de usos creativos de la tecnología, porque muchas son de bajo costo o, incluso, más accesibles de lo que se imagina. Ejemplo de ello es una iniciativa que promovemos en un municipio bonaerense a partir del aprovechamiento del SMS como canal de información e intervención a fin de mejorar los índices de nutrición y desarrollo temprano en madres embarazadas de sectores vulnerables.

Pensar la ciudad desde el territorio implica mirar el contexto. Entender qué se puede aprovechar y qué no, y qué otros dispositivos se pueden incorporar para optimizar procesos de gestión. Quizá esta sea una manera de empezar a ver la innovación como motor de cambio institucional y de desarrollo territorial y que, finalmente, nos acerque más y mejor a los problemas concretos de los ciudadanos.

Porque no se trata únicamente de instrumentos, sino de una innovación en la manera de concebir la política, la gestión y lo público. Ya lo decía Charles Darwin. No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente. Sino la que responde mejor a los cambios.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

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