Fernando Fischmann

¿La innovación requiere de la ciencia?

15 Abril, 2016 / Artículos

Haremos alusión a la innovación empresarial, dejando por ahora de lado a la innovación en el sector público y a la emergente innovación social.

La respuesta es positiva, dependiendo de la naturaleza de la innovación y del nivel tecnológico del sector empresarial. La primera la equiparo con la denominada “lo novedoso nuevo” (Wasserman, 2016), como algo que no existe, que puede generar cambios radicales para las personas y la economía; este tipo de innovación necesita de investigación fundamental o estratégica, y sus resultados sorprenden, y en ello detecto un legítimo valor del ethos científico: la aspiración al asombro por el descubrimiento mismo, independiente de su aplicación práctica, aunque en ocasiones ésta se la conciba también y al mismo tiempo, como un valor. La innovación en este caso requiere de “investigación orientada por la curiosidad”.

En Colombia se justifica apoyar este tipo de innovación e investigación, aunque la reflexión se centra en qué medida frente a la otra que se denomina “lo novedoso viejo” o innovación en sentido amplio o incremental, que no causa tanto asombro, aunque requiere bastante esfuerzo también. Es necesario precisar que la investigación fundamental o estratégica se realiza también en otros campos de interés como la salud y el medio ambiente.

Lo “novedoso nuevo” es equivalente a la innovación radical cuya novedad tiene como contexto el mundo entero. Uno de los ejemplos es el ámbito del aprovechamiento sostenible de la biodiversidad, un activo muy valioso en Colombia, que requiere de investigación básica y estratégica para fundamentar la biotecnología y sus extraordinarias aplicaciones en la salud, agroindustria, y medio ambiente, en otros campos.

Lo “novedoso viejo” lo asimilo en nuestro caso colombiano a las innovaciones en sentido amplio (Dane, 2015) que consisten en innovaciones incrementales, para las propias empresas y para el mercado internacional, que no se basan en nuevos resultados de la ciencia, sino en la tecnología y el conocimiento existentes, con frecuencia a bajos costos. El desolado estado de la innovación empresarial en Colombia –industria y servicios- se expresa (Dane, 2014 y 2015) en que el 20,7 % de las empresas logran innovaciones para ellas mismas, el 1,2% logran innovaciones para el mercado nacional, el 4% son potencialmente innovadoras, el 74,5% de las empresas no innovan; y para el mercado internacional ¡sólo 12 empresas que generan innovaciones! -entre un conjunto de 14.972 empresas.

Frente a este atraso y brecha empresarial crecientes relacionados con la innovación –con relación a nuestros competidores en América Latina y otras regiones del mundo- y habida cuenta de su capital importancia para la productividad, es preciso tener en cuenta que el 82% de los incrementos en la productividad en los países en desarrollo se basa en tecnología y conocimiento disponible (Mc Kinsey, Remes, 2015), que deben adaptarse a los diferentes segmentos de las empresas según el tipo de innovación o su ausencia. Por ello, se trata de impulsar innovaciones incrementales, vía la apropiación tecnológica en el caso de las empresas que no innovan y las innovadoras potenciales; imitación creativa en el caso de las empresas que innovan para sí mismas y el mercado nacional; con lo cual la innovación en sentido amplio –lo “novedoso viejo”- cubre el actual 99% del universo empresarial, con grandes impactos en la productividad. En consecuencia, en la actualidad, en principio un 1% de las empresas justifica investigación estratégica o fundamental.

En la innovación en sentido amplio son fundamentales el diseño, la ingeniería, con la metodología de desarrollo experimental. Además, hemos retomado la propuesta de la ingeniería como humanismo (Broncano, 2011), que exige una interpretación multidisciplinaria –incluido el arte y las humanidades- de las necesidades y posibilidades de la cultura material –entorno de artefactos técnicos- mediante el conocimiento y la imaginación de los escenarios futuros posibles, conformados por redes de relaciones posibles entre artefactos que instauran sentido existencial para los usuarios. Se observa entonces, que mi propuesta apunta a la realización humana, que no se contradice con la productividad o con la aspiración al asombro derivado del quehacer científico, a partir de la tecnología y el conocimiento existentes. En el sector de servicios se realiza innovación no basada en la ciencia, aunque en algunos subsectores sí.

Retornando al asunto de la ponderación entre investigación fundamental e investigación aplicada, sugiero que se fortalezcan espacios de reflexión al respecto con la participación,  basada en meritocracia, de investigadores, empresarios, servidores públicos y organizaciones de la sociedad civil con miras a lograr un consenso al respecto; aunque por lo que he argumentado, el esfuerzo nacional debe enfocarse, en primer lugar, por lograr un mayor aporte público y sostenido a la investigación e innovación; en segundo lugar, un mayor esfuerzo relativo se debe realizar en el campo de la investigación aplicada enfocada al desarrollo productivo –incremento de la productividad-; al mismo tiempo, se requiere volver más transparente el proceso de selección de propuestas en las gobernaciones para el Fondo de ciencia y tecnología del sistema general de regalías en los departamentos; en tercer lugar, desde el presente, se requiere acordar en términos más específicos los objetos de investigación fundamental y estratégica con claro interés para nuestra sociedad.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

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