Fernando Fischmann

Los caminos de Chile para mejorar la inversión en innovación

31 Julio, 2017 / Artículos

Por segundo año consecutivo, Chile logró ser el primer país más innovador de América Latina, según el Índice Mundial de Innovación 2017, elaborado conjuntamente por la Universidad Cornell, el Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

Sin embargo, está en el N°46 de la lista y uno de los últimos si se le compara con la órbita OCDE. Der hecho, se estima que la inversión del país en esta área es una de las más bajas de este grupo, correspondiente al 0,38% del PIB.

Pero el dato interesante es que una de las principales conclusiones del informe (que en junio publicó su décima edición), es que sigue habiendo un desfase en la capacidad innovadora entre países desarrollados y en desarrollo, con una mediocre  progresión en actividades de investigación y desarrollo, tanto a nivel estatal como de las empresas, en este último grupo.

En este contexto, independiente de las políticas o proyectos que puedan realizarse al respecto, cada vez crece más la figura de los Laboratorios de Innovación. “La innovación es el motor del crecimiento en nuestra economía mundial, cada vez más dependiente de los conocimientos, pero son necesarias más inversiones para promover la creatividad humana y el rendimiento económico”, dice Francis Gurry, director general de la OMPI.

Según indica el documento “Laboratorios de Innovación. Una Guía Práctica”, elaborado por Unicef, estas entidades son espacios físicos que permiten la colaboración entre el sector privado, el sector académico y la sociedad civil. “Los laboratorios permiten convocar nuevos y dinámicos socios en torno a problemas locales específicos, y más importante aún, llevar las soluciones creadas a escala mundial”, dice la guía.

Si bien, el documento de Unicef, está enfocado a su labor con respecto a la protección y defensa de los derechos de los niños, puede ser perfectamente extrapolado a cualquier área, tomando en cuenta que “Un laboratorio de innovación es un espacio y una serie de protocolos para que jóvenes, técnicos, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil participen en la resolución de problemas”, como indica el informe.

Un camino para mejorar la innovación en Chile es en base a incentivos tributarios. Uno de los ejemplos de esto ha sido la Ley de Investigación y Desarrollo (Ley I+D), que tiene por objetivo contribuir a mejorar la capacidad competitiva de las empresas chilenas, al establecer un incentivo tributario para la inversión en I+D que permite a estas entidades rebajar vía impuestos de primera categoría, el 35% de los recursos destinados a actividades de este tipo.

Para hacerse una idea de la importancia de los tributos en la I+D, a mediados de mayo, la Presidenta Michelle Bachelet recibió la  “Estrategia Nacional de ciencias, tecnologías e innovación para un nuevo pacto de desarrollo sostenible e inclusivo”, elaborada por el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID).

En dicha oportunidad, el presidente de esta entidad, Gonzalo Rivas, comentó que si se implementara  una tasa de 0,1% a las ventas de las empresas que facturan sobre las UF100.000, podría recaudarse US$ 731 millones, para innovación, “lo que representa cerca de un 0,3% del PIB, y equivale a un incremento de un 73% en el gasto total de I+D que Chile realiza actualmente”, dijo Rivas.

Durante los últimos años, el Ministerio de Economía y Corfo, han generado programas que potencian el interés de las personas y empresas en la innovación, ya sea mediante el desarrollo e incorporación de tecnologías a los procesos o a través de investigaciones.

Para Jaime Soto, secretario general de la Asociación Chilena de Empresas de las Tecnologías de la Información (ACTI), hoy se debe realizar una revolución de I+D+i. “Hay que desarrollar una industria de bienes y servicios basada en ciencia y tecnología, para abordar los desafíos presentes mediante la generación de un ecosistema robusto de innovación de manera asociativa entre la industria, los proveedores, el sector científico – tecnológico académico y el Estado. Es un camino que Chile tiene que explorar con fuerza, ya que el crecimiento en base a commodities no será eterno”, concluye Soto.

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